miércoles, 25 de febrero de 2009

Empieza la cuaresma


Tiempo de recogimiento, meditación, de mirarnos hacia dentro y de buscar en silencio la conversión, nuestra conversión. Todos tenemos una mejor versión de nosotros y a veces sin querer la ocultamos, la empañamos o evitamos verla. Este es un buen momento para desprendernos de todo lo que nos pesa, de lo que no nos deja llegar a la meta, lo que nos amarga y nos debilita. Es un tiempo para acercarnos más al amor, con fuerza y sin miedo. La Madre Teresa decía “amar hasta que duela” y aún cuando duela hay que seguir amando. El mérito está en acercarnos más a quienes más nos cuesta, eso es lo difícil, saludar a quien me cae mal y tenderle uno mano al que me la quitó. Ahí está el quid de la cuestión. Perdonar y perdonarnos a nosotros –de verdad y de corazón-, dejando el cuaderno en blanco para empezar de nuevo. Es un buen momento para abrazar nuestra cruz, con la confianza que no estamos solos. Oración, limosna y penitencia. Preparación para llegar a la Pascua y vivir renovados el misterio de la “muerte y resurrección de Cristo”. Acompañar en estos 40 días a Jesús en el desierto, pedirle a Él que nos ayude vencer nuestras tentaciones, librarnos de nuestros vicios y ser mejores cada día.

Ayer terminé de leer el libro de “El regreso del hijo pródigo” (meditaciones ante un cuadro de Rembrandt) de Henri J.M. Nouwen, que me regaló mi amigo Chema hace un tiempo. Es una maravilla como el autor va analizando el cuadro de Rembrandt mientras se va identificando con cada uno de los personajes y hace que el lector se vea también ahí reflejado. En el hijo pecador que vuelve a casa con la cabeza baja consciente y arrepentido por todo el daño que hizo y se encuentra con un padre que lo recibe con todo el amor sin pedir explicaciones, abrazándole con el mayor cariño y haciéndole sentir amado, querido y con un lugar muy especial en casa. Por otro lado el hijo mayor, el que ha sido siempre fiel a su padre, que ha estado a su lado en las buenas y en las malas y sin embargo le traiciona la envidia por no soportar que el padre le haga una fiesta al hijo que lo abandonó y ha sido un gran pecador. Cuántas veces no hemos sido nosotros hermanos mayores, que juzgamos sin piedad, celosos de perder nuestro puesto, difíciles para perdonar con alegría y aceptar el arrepentimiento del otro. Es parte de la reflexión a la que nos lleva el autor, quien cierra con broche de oro al meditar sobre la figura del padre, que es fuente de amor y misericordia infinita, refugio inagotable de paz . La invitación que nos hace Nouwen es a ser padres, como el padre del hijo pródigo, que está lleno de bondad porque conoce el dolor, vive el perdón y se entrega con generosidad. Dolor, perdón y generosidad son las palabras claves que considera el autor esenciales para vivir como el "Padre del hijo pródigo". Me quedo sin palabras. Es muy bonito todo lo que se encierra en ese mensaje.

¡Feliz día!
Les dejo de regalo esta canción. http://www.youtube.com/watch?v=RnwZoIHrfAY&NR=1

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi adrianismo!!!! el libro, una mención a chema y la canción la misión! si sigues así me meteré en el blog todos los días!
ánimo con la espalda bambina!
besos a todos! chema

Adriana Yépez De Dominicis dijo...

Gracias Chemita! Y siéntete feliz porque tú regalo ha dado buenos frutos y qué mínimo que poder compartirlo.
Bienvenido a "Milagros"!
Un beso fuerte.